Guerra del Agua en Bolivia, Cochabamba año 2000

La revuelta del agua en Cochabamba, Bolivia, en el 2000

¿Cómo perjudican algunas compañías multinacionales a la economía local en diversos países del mundo? He aquí el caso de Cochabamba con el servicio básico del agua potable en Bolivia durante el año 2000. Reproducimos a continuación un fragmento muy valioso del libro La Iglesia y el liberalismo: ¿es compatible la enseñanza social católica con la Escuela Austriaca?, escrito por Christopher Ferrara. Última línea, S. L. Málaga, 2017. Pp 391-395.

21.2.1. Derrocar la tiranía corporativa: un estudio

El distributismo realmente trata de salvar la propiedad de los socialistas y la libertad de los liberales por medio de una sociedad de propietarios. Sin embargo, tal sociedad no puede resurgir sin que haya resistencia popular, no sólo ante la tiranía del Estado liberal moderno, sino también ante la tiranía del tipo de corporación a la que el Estado liberal moderno dio vida: una entidad ilimitada que quiere adquirir todo y vendérnoslo de vuelta, incluyendo formas patentadas de la vida misma.

Los austriacos defienden la secesión frente al aparato político del Estado, y en esto podemos encontrar cierto terreno en común que esté en consistencia con el deber moral del católico de abstenerse de violencia o revolución contra la autoridad legítimamente constituida (Ver Capítulo XXII). Pero como carecen de la visión de la Iglesia de la verdadera libertad humana, no logran percibir la tiranía hegemónica a la que hoy se le da el nombre de «libre mercado». Los católicos deben reconocer lo que austriacos y otros libertarios vulgares trabajan por oscurecer y que aquí se ha demostrado de manera temática: que el conglomerado empresarial constituye un soberano virtual que gobierna nuestras vidas en coalición con Finanza y el Estado, y que estos tres no pueden segregarse nítidamente en defensa del mercado «libre» por sí solo. En el Capítulo II se mencionó un ejemplo pequeño pero famoso que es profundamente ilustrativo de la situación: La revuelta del agua en Cochabamba, Bolivia, en el 2000. Regresemos a él ahora.

Bolivia es uno más dentro de una cadena de países católicos que alcanzó «la libertad» después de que las revoluciones masónicas en Hispanoamérica en el siglo XIX derrocaran el gobierno español presente allí. Una vez conocido como Alto Perú, Bolivia toma su nombre de Simón Bolívar, el «libertador» que como casi todos los libertadores fue un dictador anticatólico una vez llegó al poder. Hoy, la Bolivia “liberada” es un país tercermundista empobrecido que depende en gran medida de préstamos del Banco Mundial. El Banco Mundial, financiado por contribuciones de sus Estados miembros, reparte miles de millones de dólares en préstamos para actividades ociosas e improductivas supuestamente en pos del desarrollo, que conceden a —¡sorpresa!— corporaciones multinacionales. Uno de estos proyectos fue el intento desastroso por parte de una multinacional radicada en San Francisco, Bechtel Enterprises, de privatizar el agua de Cochabamba, la tercera ciudad más grande de Bolivia, en el año 2000.

El asunto comenzó cuando el Banco Mundial extorsionó abiertamente el acuerdo de Bolivia para privatizar el agua de Cochabamba: o entregan el control del agua a una compañía privada tras una puja pública, o renuncian a los 600 millones de dólares en ayudas para el pago de la deuda externa junto con financiación para una modernización urgentemente necesaria de la infraestructura hidrológica.[1] El Banco Mundial ha empleado variaciones de este tema al obligar a la privatización del agua en varios países: Sin privatización no hay ayudas al desarrollo o pago de deuda de parte del mismo banco. De esta manera extorsionado, el gobierno boliviano presentó a concurso el proyecto. Hubo una sola compañía en el concurso: Bechtel, que operaba a través de un consorcio llamado «Aguas del Tunari», cuyo accionista mayoritario era una compañía radicada en Londres propiedad en su parte principal de Bechtel. Fueron también empleados de Bechtel quienes irían a Bolivia a intentar tomar posesión del agua de Cochabamba.

Con el equivalente financiero de una pistola en la cabeza, Bolivia firmó un contrato de «mercado libre» que garantizaba a Bechtel un beneficio del 16% cada año a lo largo de los 40 años del acuerdo, cuyas condiciones fueron escondidas del escrutinio público como un secreto de estado. En otras palabras, sea cual fuere la calidad de los servicios de Bechtel, los pobres de Bolivia garantizarían en última instancia unas ganancias envidiables a la corporación de San Francisco, cuyas ganancias anuales son de unos 14.000 millones de dólares. Obligado a garantizar los beneficios de Bechtel, el gobierno boliviano ayudó a la empresa aprobando una ley nacional de uso del agua que prohibía sacar agua pozos privados y declaraba que los canales de riego y las tuberías que los campesinos habían hecho ellos mismos pertenecían al sistema de agua de Bechtel.

Y la gente se levantó en armas. Los campesinos empezaron una revuelta contra el intento de quitarles los nervios de riego que ellos habían construido con sus propias manos, y la gente de la ciudad hizo lo mismo cuando recibieron facturas de agua un 50% más caras que antes de la llegada de Bechtel —¡incluso antes de que Bechtel empezara a proveer servicios de agua!— La gente organizó el movimiento La Coordinadora, cuyo lema era: «¡El agua es nuestra, carajo!». Antes de que acabara la revuelta, el pueblo de Cochabamba había paralizado en tres ocasiones la ciudad, soldados habían disparado contra sus compatriotas para defender los intereses de Bechtel, matando a un niño de un tiro en la cara, y los líderes de La Coordinadora habían sido detenidos por orden del presidente de Bolivia Hugo Banzer Suárez. El arzobispo Solari se encerró en su oficina para mostrar su apoyo a los detenidos.

La revuelta fue exitosa. Con Cochabamba en caos, el personal de Bechtel huyó del país, para nunca volver. Pero eso no impidió que Bechtel iniciara un procedimiento en un tribunal secreto de arbitraje del Banco Mundial con el fin de obtener una compensación de $50 millones de Bolivia, a pesar de que toda su inversión en el intento fallido de hacerse con el agua de Cochabamba fue de tan sólo un millón. Una campaña internacional de protesta persuadió a Bechtel de cejar en su empeño, pero solamente porque el caso de arbitraje «no valía el daño a la reputación de la empresa», según el CEO de Bechtel, Riley Bechtel.[2] Aquí vemos lo que Bakan quiere decir cuando habla de la personalidad psicópata de las sociedades de capital.

No puede decirse que Cochabamba haya resuelto sus problemas con el agua desde que Bechtel se fue, pero, «en Bolivia, hay una objeción espiritual, entre otras muchas, a poner el agua, la sangre de la tierra, en manos corporativas».[3] Desde entonces, Bolivia ha derogado la ley nacional de aguas y ha promulgado leyes que asegurasen que «se tratará el agua como un bien común en lugar de como una materia prima a vender». Lo que es más pertinente aquí es lo que declaró uno de los líderes de La Coordinadora poco antes de que Bechtel fracasara en su intento de usar el poder del gobierno boliviano para adueñarse de la lluvia que cae del cielo en Cochabamba: «Hemos llegado a un momento de una importante victoria económica sobre el neoliberalismo».[4]

Y en efecto, es el liberalismo el que subyace en la dirección del mundo moderno por el triunvirato del Gobierno, Empresa y Finanza. Y aunque los marxistas acuñaran por primera vez el término «neoliberal» en su crítica al capitalismo laissez-faire en un Estado minimalista, ha llegado a significar la forma del liberalismo por la cual los capitalistas de las multinacionales utilizan el poder de los gobiernos para hacer avanzar su poder e intereses en nombre del libre mercado. «Los neoliberales querían limitar el gobierno, pero el resultado de su política ha sido una expansión tremenda del poder del estado… Un aumento en el poder estatal siempre ha sido parte de la lógica interna del neoliberalismo».[5]

Esto es lo que no logran ver los austriacos en su defensa emperrada del culto corporativo a lo colosal. Desde luego, un muestreo de la opinión austriaca descubrirá denuncias al «capitalismo amiguista” (crony-capitalism) y a compañías como Bechtel por aliarse con el gobierno y el Banco Mundial. Pero esto es tan sólo un artefacto de la inconsistencia general del libertario vulgar: Atacan y defienden a las mismas empresas dependiendo de los requerimientos del argumento del día.

En ninguna parte, sin embargo, encuentra uno un reconocimiento por parte de los austriacos de las afinidades intrínsecas de Negocio, Gobierno y Finanza en la cima de esa inevitable centralización del poder que resulta de la eliminación de los efectos moderadores sobre los acontecimientos humanos de la religión, la autoridad de la Iglesia y el simple temor al Todopoderoso.

Al carecer del reconocimiento instintivo por parte de los católicos de los errores del liberalismo económico, inculcado por Papa tras Papa, el austrolibertario se adhiere al punto de vista de moda de que los mercados y los Estados están de alguna manera en oposición intrínseca» y es incapaz de ver que esto tiene «algo de mito».[6] O más bien, es ciertamente un mito, como podemos ver en China, donde una vibrante economía de mercado crece fuerte bajo una dictadura comunista y los esclavos salariales producen prácticamente todo lo que hoy compran los norteamericanos de los Wal-Marts, K-Marts, Tagets, y otros gigantes del comercio, cuyos «precios imbatibles» aniquilan el comercio de los vecindarios que caracterizaba la civilización cristiana. De hecho, «los nueve hombres que manejan China desde su puesto en el todopoderoso Comité permanente Politburó» se aferran al poder tan sólo porque ellos y sus predecesores «son artífices de una prosperidad duradera», el llamado «milagro chino», permitiendo operar a las multinacionales en China y tolerando la empresa privada doméstica como parte de un sistema híbrido capitalista-socialista (cuya caída, sin embargo, está en el horizonte).[7]

Al final, se dé o no cuenta de ello, el enemigo vulgar libertario del distributismo es amigo fiable de aquel «estatismo» que dice deplorar. E irónicamente, los católicos que siguen la Doctrina Social de la Iglesia, son acusados por los austriacos de «estatistas», porque defienden la única manera por la cual el hombre común puede escapar, no sólo de la tiranía de los gobiernos, sino también de la tiranía de las empresas capitalistas en franco compadreo con los gobiernos de todo el mundo.

Referencias

[1] Jim Schultz, «The Cochabamba Water Revolt and Its Aftermath», from Digity and Defiance: Stories from Bolivia’s Challenge to Globalization, p. 15 Shultz vivió en Bolivia y fue testigo de los hechos de la «guerra del agua». Aquí nos ceñimos a su testimonio.

[2] Ibid., 32.

[3] Ibíd., p. 40.

[4] Ibíd., p. 24.

[5] John Gray, «The Neoliberal State», New Statesman, January 7, 2010, www.statesman.com/non-fiction/2010/01/neoliberal-state-market-social.

[6] Raymond Plant, The Neoliberal State, (Oxford University Press: 2009), p. 14.

[7] Ver Gordon Chang, «The end of the Chinese Miracle», Commentary, March 2008.

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